Cuan valiosos son los segundos, esas
fracciones de vida que parecieran infinitas en los momentos felices pero que
suenan firmemente cuando arriba el melancólico silencio.
¿Qué es el tiempo? No parece ser realmente
real, solo una impuesta concepción artificial que desaparece cuando transcurren
los hechos inevitables, aquellos que escapan al entendimiento humano; todo lo
que simplemente nos supera, para lo que no estamos listos.
Solemos ser tan ambiciosos que es imposible
percatarnos de los ricos que ya somos.
En nuestro orgullo desdeñamos cualquier
abrupto quiebre ya que desde que arribamos al puerto de la vida, éste existe.
Nadie teme a la tempestad mientras reposa bajo el sol de verano, de la misma
forma que reconocer los labios de las añejas sonrisas es difícil cuando éstos
son cubiertos por lágrimas.
El tiempo es como el viento: pasa silencioso
y sin dejar rastro aparente, al detenernos lo confirmamos pues reconocemos que
el entorno ha cambiado, y nuestra forma de apreciarlo también; como si de un
distinto corazón se tratase.
He cambiado de entorno, superé la prueba y
comienzo un nuevo ciclo como superviviente pero… ¿qué entorno se pinta para la
próxima estación?, ¿seré capaz de entenderlo cuando lo alcance?, ¿qué crece en
mi corazón mientras avanzo?
No puedo si quiera imaginarlo con todo lo que
simplemente ha desaparecido y los que ahora se encuentran en otra dimensión…
Todo incierto, aunque seguro es que no será lo
mismo.