sábado, 7 de abril de 2012

Partida y Regreso.


El tiempo, disimulado en la calma del monte, transcurre furtivamente así como los confiados rayos del sol se cuelan entre la eternidad de hojas para abrazar el húmedo suelo.

Todo es perfecto, aún la más fea criatura integra el todo ocupando su exacto lugar, cual existe desde antes que el ser en sí.

No hay peligro en el monte aunque reine la noche en toda su espesura, lo sabe en la lejanía el surco de luces que corona la enramada. Donde lo muerto alberga vida y lo vivo más brillante resulta. Permanece indiferente a los años, tan solo mi visión se marca, solo mi corazón envejece.

Seguidas noches sin luna sumen la penumbra, en su silencio aparente un susurro se esconde. Nace del corazón del bosque donde solo el iniciado puede percibirlo; es para los cuerpos vacíos el murmullo de un alma maldita, de un mito olvidado, un cuento perdido.

Se equivocan.                                                         

Es el armónico canto que todo lo cubre de oro y luz, emerge de la nostalgia de los sueños añejos y los recuerdos desvanecidos que no han de volver.

Siento su música infiltrarse íntimamente, develando secretos profundos y punzantes verdades; no avergüenza compartirle mis errores, mis congojas y pesares.

Mi alma antigua encuentra reposo aquí junto a algo tan sabio que le recuerda su juventud. Un cuerpo joven que acobijará en su interior un amor sublime y un anhelo inmaculado, aún después del fin de los tiempos, del monte y todo lo conocido tal cual es.

Este es mi innato hogar, mi eterno regreso.

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