Finalmente, me parezco a esa gota de rocío posada en el centro de aquel pétalo marchito; mi esencia de vida fresca y pura parece estar destinada a ser capturada por el funesto ejército de niebla que ha comenzado a penetrar ilícitamente, a través del único linde que no posee muralla.
No den alojo a las sombras de temor, éste es apenas el preludio de una batalla irreusable, aunque nos mantengamos fieles a nuestra luz y optemos por el guardado humilde de toda arma.
Imposible es revelarnos contra el mal poseyente al que debemos observar por sobre nuestros hombros porque así como la ceniza del incendio alimenta de las olvidadas semillas el brotar, así ha brotado en el mundo este cuerpo; esta sangre prestada cuya mezcla con la suya sobre los blancos lirios no se distinguiría.
Elijo despojarme de esta piel hartamente reconocible, motivo de deuda; revelando mi forma original.
Elijo reinstituir el orden.
Jamás velo alguno bajo las hojas sembró vacío; y tú, dulce bruma, sensual producto de mis apasionadas intenciones; eres nuestra para siempre.
Ahora que soy libre, ¡retráiganse, oh, pomposos soldados lúgubres que ocultan las estrellas! Sus flechas al rojo blanco en letales arcos de audacia son la imagen de nuestra determinación. Somos el puente, ¡arrodíllense bajo el despliegue refulgente de estas alas, ustedes Elementales del Odio! No tienen cabida tras el escudo de amor.
Iluminaremos hasta la claridad mientras el llover de esperanza, depurado de mis frustraciones, rencuentra a la primera; en un abrazo íntimo sobre los retoños.
Nuevo diamante del cielo, ¡guíanos hacia un nuevo amanecer!