lunes, 8 de abril de 2013

♦ III Acto ♦

  
   Cumplí mi promesa, antes del principio había prometido volver por ti, y al encontrarte escribí en las estrellas que antes de abandonarte nuevamente, preferiría morir... y así fue, ese Yo humano, ingenuo y frágil, murió.

    He renacido como mi verdadero ser, la verdadera escencia de mi alma. Volvemos a estar completos, ya no nos debemos nada... pero en esta oscuridad continúo corriendo pues nunca con más fervor deseé ver el final del camino de luceros que adornan los bordes de nuestro libro. Nunca con tanto fervor deseé que tomaras mi mano y sin más corriéramos de vuelta a casa.

    ¡Sonríeme! Pero con esa luminosa sonrisa que en este mundo no se te había sido permitido mostrarme, y que ahora flota entre las flores que llevan a ese lugar de mi corazón, liberándolas de las prisiones de escarcha productos del invierno arrivado tras el exilio de la esperanza.

Mi compañero, mi contrincante, mi confidente, mi enemigo, mi duende, mi supremo peligro, mi sempiterno amor...

Tú y sólo tú, has sido y siempre serás la otra mitad de la corola de esta rosa carente de espinas, de miedos...


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