He leído que si mientras estamos escribiendo queremos entender nuestra propia novela, de dónde surge, cuáles son sus piedras angulares, debemos fijarnos en aquellas historias que hemos oído, visto o leído y que guardamos profundamente en nuestro corazón.
Es decir, las historias que vibran con al menos un fragmento de nuestra alma.
Mi novela, desde que escribí sus primeras palabras y hasta el día de hoy, es indudablemente un producto de mi percepción de las interacciones en el Universo. Cuando me inmiscuí en este intento de comprensión de ella en base a las distintas partes de mi esencia que se iban plasmando, tuve una revelación: que así como esos mundos paralelos se reconocían y mezclaban en mi mente para dar lugar a la historia que escribo; así también los distintos elementos que me han influenciado y formado parte de la narración de mi vida, se reconocían y mezclaban en mi esencia para dar como resultado la persona que soy hoy.
Solo tenemos una mente en la que todo confluye. Solo tenemos una vida en la que todo se expresa. El pasado y el futuro existen en esas construcciones mentales que creamos... También el presente.
Somos libres de elegir los pasos que damos, aunque muchas veces nos damos cuenta después que la corriente nos ha arrastrado lejos. No importa, cualquier paso es el primer paso.
Una vez hace varios años lo supe, y comencé a escribir este blog.
Hoy lo recordé y vuelvo a escribir... Aunque nunca dejé de hacerlo.
Hoy lo recordé y vuelvo a escribir... Aunque nunca dejé de hacerlo.
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